—Sólo
debes sentir lo que tienes en tu mano —dijo la extraña mujer hindú, con un
lunar en la frente. En sí, Dianne no tenía idea de si era hindú, pero al menos
lo parecía.
—¿Qué
tengo? —preguntó la chica sintiéndose ignorante, tal vez era algo simbólico, pero
lo cierto era que no veía nada en su mano, por más que le diera vueltas y
vueltas.
—Ah,
me olvidé de ponerle la piedra. Intentemos de nuevo.
No era tan
ignorante después de todo. Comenzó a pensar que la trucha era la tipa, y no
ella. Tampoco recordaba nada que viniese antes del ‘’sólo debes sentir lo que
tienes en tu mano’’. Se rascó la nuca y apartó su mano.
—Con
todo respeto, creo que le falta profesionalidad. O tal vez neuronas.
Dio
media vuelta y quiso salir del lugar pero se dio cuenta de que era todo blanco
y no había nada. Parecido al escenario de un famoso ‘’Pocoyó’’, años más tarde,
o una página en blanco de Word, también años más tarde. Ahora empezaba a pensar
que era ella quien necesitaba neuronas nuevas. Giró de vuelta con la intención
de preguntarle a esa mujer dónde demonios estaba o si se había pasado de copas
y eso era normal. Al hacerlo, la hindú había desaparecido. ‘’Jaja’’, pensó.
‘’Debo estar en un coma permanente. Quizás debería llorar en vez de reír’’.
Pero
antes de que su mente se pusiera a funcionar, volvió al mundo siendo agitada
por alguien, aparentemente.
-¡Dianne
loca! ¡No nos dejes! ¡Yo quería que vivieras 10 años más, por lo menos!
—chillaba su conocida Bianca—. Tú sabes que yo te quiero y te querré, en la
salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la…
—¡Baaaasta!
—la chica le apartó las manos de sus hombros—. ¡Cualquiera que escuche eso
después de haber estado inconsciente va a querer morir! ¡Dios, esta es la única
mujer que realmente necesita de tu ayuda! ¡Neuronas, por favor!
—Veo
que regresaste —aplaudió, mirándola con los ojos entrecerrados—. Estaba
pronunciando mi discurso, y sabes que no me gusta que me interrumpan en mis
discursos.
—Oh,
perdón por haber osado ofender a la gran Rizzi, perdón.
—¿Sabes,
graciosa? Tal vez deberías anotarte en algún lugar de humoristas, porque tus
gracias tienen talento —Dianne rió y le revolvió el pelo—. Casi me da algo,
¿qué no ves? Un poco importante eres para mí.
—Un
poco —repitió Dianne y volvió a revolverle el cabello.
—Y
como vuelvas a revolverme el pelo, te querré menos aún —Dianne estaba por
hacerlo de nuevo pero Bianca le sujetó con las muñecas—. No.
—Ok,
ok, me rindo —levantó los brazos y se los llevó detrás de la espalda—. Pero me
gustaría saber por qué estaba con una hindú que me decía que sienta lo que
tengo en mi mano, si no tengo nada.
—Oh,
pobrecita, tiene problemas —dijo ella, riendo y haciendo un gesto como de ''está loca''—. Mira
Dianne, no tengo una jodida idea de qué hablas, sólo sé que tienes un papel
arrugado en la mano hace como dos horas, e intenté sacártelo, pero lo
apretabas tan fuerte que fue imposible. Como te habrás dado cuenta, mi plan b
fue agitarte, y funcionó.
Dianne
se miró la mano derecha, y efectivamente, tenía un folleto arrugado. Era claro
que en su ‘’sueño’’, si es que se le podía decir así, no lo tenía. Y ahora sí.
—Hmmm
—comenzó a frotarse la barbilla con la otra mano en una pose de pensadora—.
¿Qué puede significar esto?
—Tal
vez si lo rehicieras, lo entenderíamos.
—Es
verdad.
La
chica desenvolvió la bola de papel y descubrió que decía: ‘’Brian Epstein,
mánager. Para consultas llamar a…’’ y un número de teléfono.
—Oye,
¿Brian Epstein no era el mánager de The Beatles? —preguntó Bianca también
leyendo el contenido.
—¿En
serio?
Se rascó la
cabeza, muy confundida. Ahí fue cuando comenzó a recordar todo.
La
noche anterior, flashback.
—Bailas
bien y todo eso, pero fue una apuesta.
—Lo
sé, no soy tan idiota como parezco —respondió ella, indiferente a su mirada
avergonzada—. Un conocido al que no conoces (y sí, conocido porque George
Harrison era mega-archi conocido, pero Dianne no lo conocía realmente) de
repente te invita a bailar. Hay que ser muy opa para no darse cuenta. No nací
ayer.
Harrison
pareció sorprenderse por el argumento de la chica, así que no se hizo para
atrás como tenía pensado. No dejaba de sentirse avergonzado, ese tipo de cosas
no iban con él. Odiaba a sus amigos por hacer ese tipo de apuestas. Pero,
viéndole el lado bueno, ya no tenía que salir a la calle vestido de manzana.
—¿Y
bien, qué era? —preguntó Dianne—. Si me usan para una apuesta, tal vez me
gustaría saber cuál era la apuesta.
—Te
parecerá estúpido —George Harrison rió entre dientes.
—He
visto y presenciado tantas cosas estúpidas… Ojalá me pagaran.
—Tenía
que vestirme de manzana, salir a la calle, y gritar para que me reconozcan.
Definitivamente era mucho mejor pasar por opa invitándote a bailar.
—Definitivamente.
—Lo
peor es… —dijo Harrison sintiéndose desgraciado total— que yo mismo propuse lo
de la manzana, porque estaba convencido de ganar.
—Suele
pasar cuando eres cabezón. Espera, ¿no lo eres, o sí?
—Quiero
creer que no.
—¡Dianne!
—gritó alguien, y eso fue como música melodiosa para los oídos de Dianne.
‘’Gracias
Dios, gracias Budas, gracias Alá, y gracias Alain Delon’’, agradeció para sus
adentros el no tener que pasar más ratos incómodos junto a esa casi manzana
gritona.
—El
deber me llama —dijo, y se alejó.
Fin
del flashback.
Parece
que después se pasó un poco con la bebida (como ella supuso en un principio),
aunque no tanto, pues el alcohol siempre hacía efecto en ella aunque fuera poco. Apenas durmió una hora en toda la noche, y al día siguiente se
había dormido en la mesa antes de que Bianca le sirviera el té. A diferencia de
ella, Bianca se encontraba perfectamente despierta, y Dianne no dudaba en que
ella se había re contra pasado de copas. Pero no, se encontraba hecha una rosa.
Típico momento en el que Dianne le tiene envidia a Bianca.
—¿Y?
—preguntó su amiga haciéndola salir de esa nube de pensamientos.
—Acabo
de recordar cosas que me gustaría no haber recordado.
—¿Cómo
qué? —preguntó con una sonrisa pícara—. ¿Tal vez que bailaste con George
Harrison?
Se
llevó una mano a la boca y sintió unas tremendas ganas de cortarse las venas
con la chucharita del azúcar. —Cómo.
—Chiquita,
yo lo sé todo —y le guiñó el ojo como de superada.
—Dios,
¿por qué no me trajiste una amiga más normal, más despistada?
—Deja
de pedirle cosas a Dios, que no te va a responder nunca —dijo, echando el agua
caliente del té sobre la taza—. Aprende que a Bianca no se le va detalle.
—Bueno,
yo apenas sé que andabas colgada del brazo de John Lennon.
—Jajaja,
looser.
Dianne
puso los ojos en blanco y formó una pistola con las manos. Hizo como que le
daba a Bianca.
—Uh,
o mai gad —se tocó la zona del corazón—. Me diste. Me muero, me muero, me
muero. Decile a mi familia que la quiero. A Damián. A John.
Dianne
estalló en una sonora carcajada.
—¿A
John? —rió con fuerza—. Bianca, cada día más graciosa.
—Sí
que sí —le volvió a guiñar el ojo, unas 10 veces, tan seguido que parecía un
tick de drogada—. Nunca sabrás lo que pasó.
La
chica respondió con un revoleo de ojos.
—Teléfono
—dijo.
—Atiende
tú, es tu suit, por cierto.
—Ah,
no sabía.
Dianne
se levantó y en un primer momento pensó que se caería, pero recuperó el
equilibrio. Bianca se rió en su cara en vez de ir a preguntarle si estaba bien.
—Gracias
amiga, te banco toda la vida.
Corrió
a atender el teléfono, y se preguntó quién diablos podía tenerlo, sabiendo que
era una suite en la que no permanecería más de una semana.
—Dianne —dijo un Damián muy preocupado—. Acaba de llamarme Vito no sé cómo, está
furioso. No sé qué carajos le habrás hecho pero parece serio.
Dianne
tragó saliva, se empalideció, y olvidó que tenía que contestar.
—Dianne,
¿estás ahí?
—Le
rompí su auto —murmuró—. Bueno, en realidad conseguí que alguien lo hiciera por
mí.
Damián
se llevó una mano a la frente del otro lado de la línea. Bianca observó a
Dianne y en seguida supo que no todo iba bien.
—¿Quién
es? —preguntó, un poco más dulce para ablandar las cosas.
Dianne
no respondió, sólo sostuvo el auricular con las dos manos, porque estaba segura
de que una no aguantaría el peso. Además, temblaba como una hoja de papel.
—¿Por qué lo hiciste? ¿Qué te hizo él para
que le hicieras eso? Vamos, no me digas que no hay motivos.
Dianne
empalideció más todavía y empezó a sentir que sus dos manos no bastaban para
sostener el tubo del teléfono. Poco a poco se le resbaló, y cayó al suelo.
Bianca corrió al oír el estruendo. Dianne tenía la mirada fija en la pared.
—Está
bien, se acabó —Bianca tomó el tubo violentamente y se apresuró a decir: —A
ver, imbécil, deja en paz a Dianne. Seas quien seas no vuelvas a llamar a este
jodido número o me encargaré de que la policía sepa esto.
—¿Bianca? —preguntó Damián.
—Ah,
Damián —Bianca rió histéricamente—. Olvida lo que dije, te quiero mucho.
—Ahora no me preocupa eso —respondió—. Vito y Dianne están mal como matrimonio, o
eso creo, no es normal que la esposa le rompa el auto y que éste llame
amenazando al amigo.
—Espera
espera espera, ¿qué dijiste?
Dianne
se golpeó la frente. Sólo con ver las expresiones de Bianca, sabía exactamente
lo que Damián le decía.
—Pues que al parecer, tuvieron una discusión
o algo, y Dianne le rompió su coche (sabes cómo es ese tipo con el coche), y
ahora está enfermo.
—Siempre
fue enfermo —observó Bianca.
—No es muy reconfortante saber que un enérgumeno
está buscando desesperadamente a Dianne, no precisamente para decirle que la
quiere. Sabes qué hacer, ¿verdad?
—Déjamelo
a mí.
Bianca
colgó el teléfono suavemente y miró a su amiga, quien al hacer contacto visual con
ella, empezó a llorar.
—¿Y
eso es todo? —terminó Bianca, tras escuchar todas las palabras de Dianne, con
una voz paciente y dulce. A veces sabía ser buena columna, como para apoyarse
en ella y no caerse.
—Eso
es todo —respondió su amiga secándose la cara con un pañuelo.
—Ya
verás que ese idiota no va a volver a tocarte ni un pelo. Si no, que pase por
arriba mío.
Sonaba
convencida. Dianne le agradeció con la mirada, pues no tenía ganas de mover sus
brazos y abrazarla.
Vio
que Dianne tenía hipo y que todavía respiraba fuerte. —Hey, tranquila… —la tomó
por los hombros y la masajeó—. ¿Por qué no me contaste antes?
—No
quería pensarlo —volvió a ‘’hipar’’ —. Y la verdad me funcionó. No lo pensé
hasta ahora.
—Wow,
quisiera poder olvidarme de las cosas así de fácil.
Dianne
se dejó caer para atrás en el sofá y se tapó la cara con un cojín. —No tengo
ganas de hacer nada. No quiero volver. No quiero trabajar.
Al
menos eso fue lo que entendió Bianca, porque entre la voz pastosa y el
almohadón por medio, era complicado.
—Bueno,
quedémonos aquí —se encogió de hombros—. Aunque, no quiero molestarte ni
apresurarte tampoco, pero sabes que pronto lo vas a tener que afrontar —antes
de escuchar un quejido o un desmayo, agregó: —Estaré ahí, lo sabes. Todo
tranqui si Bianca está cerca.
—Ñldgdgshsjssksdsfg…
Comenzó
a reír. —Sí querida, está todo bien, lo que tú digas —se fue alejando
lentamente—. Hoy será un gran día, habrá muchos eventos.
Cuando
escuchó eso último, Dianne despertó mágicamente de su casi-sueño y se sentó,
todo eso en menos de un segundo.
—¿Qué?
En
ese momento se escuchó el ruido de la puerta cerrándose.
*
Bianca
la llevó, o más bien la arrastró, hasta las puertas de un pequeño pub privado que parecía ser que The Beatles frecuentaban, muy íntimo, porque no
había fans arremolinadas en la puerta ni nada parecido. Dianne sintió un alivio
instantáneo, por un momento casi se le dibujó una sonrisa en la cara, pero se
disolvió cuando recordó cómo y por qué estaba ahí.
—Sigo
sin verle la gracia a esto —masculló, con los ojos entrecerrados y en un tono
de reproche—. Si tanto te interesaba venir, ¿por qué no venías sola? ¿Por qué
nos haces a los demás partícipes de tus cosas feas?
Bianca soltó
una risa y tomó a Dianne del brazo. —¿Sabes? Si no vas a decir
nada inteligente, no abras la boca.
Los
comentarios de Bianca le recordaban mucho a su abuela, tal vez por eso la tenía
como mejor amiga y la soportaba tanto. Finalmente se cruzó de brazos y accedió
a que la tironeara del brazo.
—De
acuerd… WUJUUUUU —ni bien ingresaron al lugar, escuchó ese temazo que se hace
llamar Don’t be cruel, ese mega archi
conocidísimo tema lanzado casi una década atrás. ‘’¿Hace cuánto que no escucho
este tema?’’, era la pregunta que apareció en la mente de Dianne nada más
escuchó ‘’please, let's forget the past, the future looks bright ahead’’ de la
canción ya empezada.
Se
despegó del brazo de Bianca para bailar, y lo primero que hizo su amiga fue una
mueca, seguida de un ‘’no la conozco’’, y apartarse lentamente. No lo consiguió
porque Dianne la tomó de los brazos y la hizo bailar con ella.
—No
te hagas la diva Bian, te conozco —enarcó las cejas y tironeó de ella.
—Tal
vez me gustaría bailar… —Dianne asintió satisfecha—. Pero no ahora. ¿Sabes? Acá
hay gente importante, no sé dónde, pero sé que la hay. No quiero perder mi
reputación.
Dianne
volvió a reír y le colocó la mano derecha en el hombro. —No te preocupes, tú
nunca tuviste reputación.
Bianca
abrió la boca para responder, pero al distinguir unos sonidos (ni idea de cómo
lo habrá hecho, pues ahí había más griterío que una jaula de monos hambrientos.
Aunque sabemos que Bianca puede escuchar a diez kilómetros incluso, si se trata
de algo que le interesa…). Se tapó sus labios con una de sus manos y la otra la
usó para tapar la de Dianne. Por si acaso.
—¡Shh!
Déjame escuchar —susurró.
—¿Ejcujar?
—Dianne se libró de la mano de Bianca amenazando con dar un lametazo—. Escuchar
acá es más imposible que…
—¡Cállate
un poco! Uf, hablas más que Chaplin en Tiempos Modernos.
Vaya,
qué gran ejemplo.
—Yo
diría que cualquier persona habla más que Chaplin. Y más en Tiempos Modernos.
Pobre Bianca, la noche ya te está afectando.
—Uy
loca, ¡shh!
La
agarró de la muñeca y la llevó al lugar de donde provenían las voces y risas.
Una zona con mesas, bebidas sobre ellas, luz ambientativa roja, y la música más
baja. La canción de Elvis acababa de terminar.
—Ey,
¿son ellos? ¿No falta uno…? —Dianne los señaló con el dedo pero Bianca le bajó
la mano.
—No
sabes lo que es la discreción, ¿verdad?
Dianne
puso los ojos en blanco. Esa actitud ‘’normal’’ que estaba teniendo su amiga no
le agradaba para nada. En realidad, normalmente era ella quien tenía que
decirle que se calmara. Lo peor es que sabía el motivo de por qué hacía todo
eso.
—Hola,
John —Bianca la arrastró hasta la mesa y ahí le soltó la mano. La sonrisa en su
cara era importante. Dianne confirmaba su teoría—. Nos atrasamos un poco. Ya
sabes, tráfico.
—¿De droga o de tampones?
Bianca
arrugó la frente, y con una carcajada tomó asiento en uno de los taburetes.
—Hola
Paul, hola Ringo.
Paul
le saludó con un ademán, mientras que Ringo levantó su copa.
—Hola
Paul, y hola Ringo —Dianne la imitó.
Le
parecía extremadamente genial que Harrison no estuviera ahí, más después del
baile desastroso que tuvieron. Prefería no recordarlo porque, de hacerlo,
arrugaría la frente y apretaría las manos. Pero notaba la aburrición cada vez
más cerca, así que decidió ir al baño para matar tiempo. Dio media vuelta y
después de hacer algunos pasos, fue cuando se chocó con una persona no tan
esperada, que además, traía una bandeja en manos, con una comida que tampoco
nadie en el mundo se esperaba, y que cayó al suelo, víctima del choque. Lo que
sea que fuera eso, ya no existía.
—¿Qué
es eso? —preguntó Dianne, haciendo lo propio.
—Yo
digo que podrías ayudar en vez de estar parada ahí —respondió él.
—¿Por
qué debería hacerlo?
—Tal
vez porque fuiste tú quien hizo que se caiga esta comida-no-calificada.
Dianne
agarró los pedacitos de croquetas que había por todos lados con unas
servilletas en las manos, y con indiferencia de siempre. Harrison también
colaboró.
—Ahora
pregunto, ¿qué eran?
—Dices
eran porque ya no son, ¿verdad? —Dianne asintió y reía para adentro—.
Croquetas.
—Vaya,
que gracioso. Eso ya lo veo.
—Croquetas
rellenas de delicias-no-legales.
—Oh,
oh, oh —Dianne se llevó una mano a la boca—. Entonces espero que nadie las encuentre
en el tacho de basura, porque si no, hola ocho años de cárcel.
—Preferiría
que estuvieran en mi estómago y que nadie impertinente me las haya hecho tirar.
¿Sabes? Podrías ir a por otras, con tu cuerpo y cara.
—Todo
en la vida no se puede.
Rió
a medias y a lo lejos se escuchó una voz, de Richard.
—Harris,
¿trajiste las…? —miró la bandeja en las manos de George y al ver el puré de
croquetas casi le dan 100 paros cardíacos, uno atrás del otro. Incluso se
agarró el pecho—. ¿Pero qué?
George
señaló a Dianne. —Fue ella.
—Yo
no fui.
—Sí
que fuiste.
—Oh
vamos, le vas a creer a él, ¿con esa cara que tiene?
—¿Qué
problema hay con mi cara?
—Hmm
—Ringo se llevó el dedo índice a la barbilla de una forma graciosa—. Tienes
razón. La culpa es de Harrison.
*
—Vaya
que son aburridos —bostezó Dianne—. Yo pensé que siendo Beatles hacían cosas
más interesantes.
—A
ver, di alguna sugerencia de cosa interesante.
—Pues,
no sé, ¿largarnos de este lugar tan feo tal vez? ¿No ven que sólo Bianca y John
están acá por gusto?
Los
tres jóvenes los observaron jugando al póker en la otra punta del salón.
—Sí,
tal vez —opinó McCartney prendiendo un cigarrillo—. Pero de todos modos Geo,
¿no habías quedado acá con…?
—Puede
ser, puede ser.
—Vámonos
—dijo Ringo, y se levantó.
—¿Eh?
—murmuró Dianne. Los tres Beatles se levantaron del sofá dejándola sentada a
ella sola—. Pues, suerte.
—¿Suerte?
—preguntó Paul, con una media sonrisa y mirando a George, que a la vez miraba a
Ringo, y que éste no tenía a quién mirar porque faltaba Lennon, y Lennon era el
que improvisaba siempre, así que le tocaba a él.
—Te
vienes con nosotros.
* * *
¡Mis beautiesss! Antes que nada, capítulo súper dedicado a María Luján, que me animó mucho a escribir. Punto dos: el título del cap sí es sacado de una canción de Def Leppard (me re vicié con ellos últimamente). Tres: siento no haber subido los dos que prometía, pero pronto volveré a eso. :).
Fui a ver a KISS chicas, sí, a KISS. Así con mayúsculas para darle énfasis jajjjaja. Falté ése y dos días más a clase, me tuve que poner al corriente, y tuve un montón de pruebas. Sí chicas, aparte de todo, les escribe una Lu de 14 *tiran confeti*. Porrrr fin. Si no les aburre, les cuento. Cuando salí de la cancha de ver a KISS, empezó a llover a baldazos, y miren que soy exagerada a veces, pero esta vez hablo really really. Con mi papá nos olvidamos de donde habíamos dejado el auto, y dimos mil vueltas bajo la lluvia. Cuando llegamos al auto empapadísimos, el reloj justo marcaba las 00:00. Nunca empecé mejor un cumpleaños jajajjaj.
Bueno, muchas cuestiones que retrasaron una publicación mía. Pero más allá de mis cosas, hablen ustedes. So, prrrrregunta: ¿cómo estuvieron sus últimos días? Pueden contarme si quieren, si no, no jajajajja yo voy a quererlas igual, sus comentarios siempre me alegran, sean largos o no <3.
Abrazos, besos, muaaa :*.
Pd: ¡Y síganme en instagram, lo uso mucho! @lu_armndrz