miércoles, 25 de marzo de 2015

Cap. 3: Friendship.


-¿Lo llevo, no lo llevo? ¿Lo llevo, no lo llevo? ¿Lo llevo…-?
-¡LLÉVALO Y CÁLLATE!
Bianca sostenía un vestido color salmón, en una percha. Dianne había preparado su maleta el día anterior, y había ido a lo de Bianca sólo para ayudar. Menos ayudar, estaba haciendo cualquier cosa. Faltaban más de dos semanas para su viaje, pero nunca se sabía.
-¿Ah, sí? -preguntó su amiga dejando la percha y caminando hacia ella, prepotente-. Puedes retirar tu malhumorado trasero de mi casa, si te viene tan mal.
-No me viene mal, sólo lleva lo que te parezca, si necesitas doblar me dices.
-Cuando te pregunté si venías a ayudarme, incluía el opinar sobre el vestuario.
-Hmm, ante ofertas no honestas, no honesta es la respuesta -dijo, y mordió la galleta que estaba comiendo-. Y gracias por estas riquísimas galletas de canela -añadió, hablando con la boca llena.
-Qué maleducada.
Dianne volvió a la cocina a por más de su manjar, pero el teléfono comenzó a sonar. La chica gritó un [¿Voy yo?] para Bianca, a lo que ésta contestó [Más vale]. Descolgó el tubo y  lo primero que escuchó fue un escueto ‘’hola’’.
-¿Hola? -no había llegado a reconocer la voz.
-¿Dianne, eres tú?
Ya captó a su receptor. -Oh, sí, soy yo. Hola Vit, ¿por qué estás llamando?
-Me imaginaba que estabas ahí. Ya vives más en la casa de Bianca que en cualquier otro lugar.
-¿Qué es lo tan importante que tienes que decirme? -preguntó, no un poco, si no muy molesta.
-Sólo quería saber dónde estabas -se limitó a responder quien en esos momentos era su marido.
-¿Creías que estaba en un prostíbulo o algo así? Por favor, qué histérico eres.
Escuchó como Vito tomó aire para responder algo muy fuerte, pero en ese momento colgó. El teléfono volvió a sonar, y atendió solamente para decir [Volveré tarde, no me esperes] y de nuevo colgar.
Se apoyó en la pared y se dejó caer.
-Ya te puedes ir -avisó Bianca, asomándose por el marco de la puerta del pasillo que daba a las habitaciones-. Terminé con todo.



No se iba a quedar más incordiando en la casa de su amiga, porque quizás tenía cosas que hacer. Tenía una vida. Algo que Dianne iba perdiendo de a poco. Desde que había dejado de verse con su madre, hacía un pasó para adelante, y dos para atrás.
-Está bien -respondió en un suspiro.
Finalmente estuvo ahí por media hora aproximadamente, todo el tiempo que tardó en terminarse las galletas y beberse ese submarino, ambos hechos por Bianca. A veces, le agradaba cocinar, pero no por obligación, porque si era así, no hacía ni un huevo frito. Tal vez por eso nunca se casó, para no cocinarle a su esposo, ni tuvo hijos, para no tener que alimentarlos. Por suerte Dianne no contaba con estos últimos.
-La próxima invitamos a Gina y al resto -dijo Bianca a modo de saludo, despidiéndola en la puerta.
Tenía ganas de contestarle algo pero nada salió de su boca. Simplemente esbozó una sonrisa, dio media vuelta, y se largó de allí.
Durante el camino de vuelta paró en algunos escaparates, mirando la ropa bonita que le agradaba. Las manos en los bolsillos y el chicle en la boca nunca faltaban. Ésa era Dianne Valenti.
Llegó al bloque de edificios donde vivía y subió a su apartamento. Una sorpresa no muy grata le esperaba.
-Engendro hijo de puta mal parido.
Vito tenía una mujer encima, pero no cualquier mujer, sino… una… una de esas no-mujeres que se venden, para no herir a nadie con la palabra.
Dianne ya se lo veía venir desde hacía tiempo, pero aun así, uno siempre espera que eso que piensa que va a pasar no pase. Finalmente pasó. La chica no reaccionó de otra forma que acercándose a él y revolearle una cachetada, seguida de un golpe con el bolso. Ambos golpes no fueron suaves, si Dianne se ponía agresiva, se ponía agresiva.
-Ahora sí que voy a pasar tiempo en la casa de Bianca. Puto imbécil. Voy a manchar tu nombre. ¿Adulterio, sabes? ¡Voy a manchar tu puto nombre!
Dicho esto dio un despampanante portazo, el más fuerte que había dado en su vida. Ni siquiera sabía de donde había sacado tanta fuerza para provocar tal ruido. No esperó el ascensor; bajó tan furiosa y rápido que más de una vez casi se estampa contra la pared por la falta de luz. Y es que era un piso 9.
Qué asco que le daba ese hombre. Lo único que provocaba en ella eran ganas de tirarle cosas a la cara. [Desgraciado desgraciado desgraciado].
Cuando bajó encontró a su vecino Claudio, bajando de su auto. Era un hombre bien moreno, lleno de músculos y grandote como un guardia de seguridad. Pero era un pan de Dios en cuanto a personalidad.
-¡Hola Clau! -saludó energéticamente Dianne ocultando sus ganas de llorar y patear cosas.
El hombre volteó en seguida al reconocer su voz. -Buenas noches Dianne.
-Todo menos buenas -respondió con una sonrisa amarga.
Divisó el auto de Vito aparcado en la acera de en frente, un Ferrari negro y precioso, que él llamaba Fer y una serie de pensamientos pasaron por su cabeza. Lo que la ira puede hacer.
Una sonrisa llena de maldad se formó en su rostro, mientras decía: -Clau, ¿me harías un favor?
-Claro que sí -respondió sonriente Claudio, siempre feliz de poder ayudar a alguien, y más a Dianne.
-¿Ves ese auto? -señaló el preciado vehículo de Vito. Claudio asintió-. Golpéalo. Maltratalo. Rómpelo en mil pedazos. Haz que sólo quede un acordeón deforme.
-No veo por qué hacerle es…
-El dueño de ese auto me está haciendo la puta vida miserable -interrumpió, con la seriedad pintada en su cara y una mirada completamente sincera.
Claudio apreciaba a Dianne, se conocían desde que se había mudado ahí con Vito. Fuera quien fuera el dueño del coche, era un completo imbécil.
-De acuerdo -dijo finalmente, abrió la puerta de su auto, sacó una pala, la cerró, y cruzó la calle.
Dianne se quedó del otro lado de la acera, quedando espectadora de ese placentero espectáculo. Oh sí, todo en la vida tiene sus consecuencias, todo.

*

-Lo siento, siento haber caído tan de repente y sin avisar.
Dianne poseía los ojos más englobados que Damián había visto nunca. Pensó que quizás alguien le robó, que la amenazaron en la calle, hasta que se le habían acabado los chicles. Nada más lejos de la realidad.
-¿Qué te ocurrió? -fue lo que atinó a preguntar, para librarse de las dudas. Mientras tanto la hizo pasar y miró hacia afuera por si es que alguien la seguía. Nada a la vista.
-Bien, yo… Yo… -comenzó a decir, pero no siguió porque un horrible nudo se le formó en la garganta. Unas lágrimas involuntarias brotaron en sus ojos.
-Oye... tranquila -Damián la tomó por los hombros y la sentó en una silla-. Si no puedes no cuentes, pero ¿tengo que llamar a la policía?
Sonrió amargamente. -En absoluto.
Damián respiró profundo y se sentó junto a ella. -Inspira, expira -Dianne lo obedeció-. Dime qué es lo que pasó, así puedo hacer algo.
Se lo veía muy serio, algo no habitual. Señal de que Dianne no se veía bien.
-Sólo… me peleé con Vito. Una pelea no muy normal.
Damián dio un profundo suspiro, era menos de lo que se imaginaba. Vio como Dianne se movía bruscamente lo cual significaba que tenía hipo. Se levantó a buscar agua para darle a su amiga, sin decir palabra.
-¿Qué te hizo? -preguntó cuando volvió, y se volvió a sentar junto a ella. Le colocó el vaso en frente y lo llenó de agua. Dianne lo miró como con repulsión.
-No quiero agua -dijo, alejando el vaso de ella.
Damián bufó, pero su paciencia aún existía. -¿Qué te hizo?
-Oh, nada, cosas matrimoniales.
Entonces Damián se dio cuenta de que no se lo iba a poder sacar, por lo menos esa noche. Ella le lanzó una mirada con significado.
-Gracias -hizo una pausa debido a su hipo, y Damián esperó a que siguiera-. Gracias por ser buen amigo y toda la cuestión. Supongo que… debería irme.
-Dianne, son las 12 de la noche, estás peleada con tu marido, ¿a dónde piensas ir?
No lo había pensado. -Oh… -se echó para atrás en el asiento, y volvió a dar un saltito por su hipo.
-Duerme aquí, tienes la habitación -sentenció-. Y  come algo. Tengo sobras de hace días, cuando Melanie cocina.
Melanie era una señora entrada en años, pero que realizaba su trabajo a la perfección. Sí, era la ‘’ayudante’’ de casa, por así decirlo, de Damián.
-No creo…
-Sí crees.
Dianne le sostuvo la mirada. Caían chispas y tensión, eso era lo que pasaba cuando se llevaban la contra.
-Está bien, está bien -después de unos minutos, Dianne cedió-. Veamos qué comida enlatada y musgosa tienes ahí guardada.
Se levantó con dificultad y se dirigió a la nevera, a abrirla, como si estuviera en su casa.
-¿Y hablaste con Bianca?
Dianne se quedó pensativa durante unos instantes.
-La llamé -dijo finalmente-. Pero no atendió, así que supuse que no estaba en casa. ¿Por?
-¿Tienes una idea de en qué anda?
Largó la primera carcajada desde los horribles sucesos ocurridos. -Damián, deja de controlarle la vida a la gente, ¿quieres?
-Dime, ¿en la casa de quién estás?
Volvió a reír, ya se sentía mejor.  -La verdad que no tengo idea. Pregúntale directamente a ella  si tienes tanta curiosidad.
Sonó un teléfono, pero Damián no se inmutó.
-El teléfono -Dianne actuó de ingenua en ese momento, pero tenía curiosidad por saber quién era.
Damián respiró hondo y tomó el tubo del teléfono. -¿Diga? -preguntó.
-¿Está ahí? -gritó la inconfundible voz de Vito.
-¿Quién? -respondió Damián como si no supiera del tema.
-¿E-S-T-Á A-H-Í?
-No sé quién es y no sé de qué habla.
Dianne miró a Damián con un interrogante en el rostro. Su amigo le hizo señas de que se callara, incluso se pasó el dedo índice por la garganta, como una amenaza. La chica se cruzó de brazos mientras escuchaba las palabras sueltas de Damián.
-Hmmm, creo que se está equivocando, aquí no hay nadie, soy un hombre soltero.
-No te hagas el gracioso, Damián. Sabes quién soy y sabes de qué hablo. Lo pregunto por última vez, ¿está ahí Dianne?
-¿Qué? No, hace días que no la veo. Cuando la veas dile que el otro día se dejó la funda de los anteojos en mi casa.
Colgaron del otro lado.
-Qué gente maleducada, ni siquiera se despidió.
-¿Quién era? -quiso saber Dianne.
-¿Recuerdas la modelo de la que te hablé? Era su secretaria. Me preguntó si la había visto últimamente.
-Ah… -fue lo único que salió de la boca de Dianne.
Damián se secó el sudor que había aparecido en su frente. A juzgar por el tono de voz de Vito, las cosas no estaban de lo mejor.
-Dianne, ¿qué hiciste?

*

1 de diciembre de 1964.
-¿Vas a ir a la rueda de prensa?
-No me queda otra.
Lennon estalló en una enorme carcajada. Ringo debía dar una rueda de prensa para hablar de sus amígdalas, básicamente. Vaya que los Beatles habían hecho cosas extrañas, pero eso se salía completamente del margen.
-Que te vaya bien, cielito -dijo risueño. Ringo sólo le mostró su dedo de en medio antes de abandonar la estancia dando un portazo.
-Esta juventud, ¿a dónde vamos a llegar con esta juventud? ¿Eh, mamarrachos?
Paul y George, también presentes, soltaron una carcajada. Lennon siempre tan… Lennon. Era único.
-Bueno, creo que ya fue suficiente por hoy -anunció Paul, levantándose del sofá con su bajo en la mano.
-Qué aburrido -dijo John, haciendo que bostezaba-. McCartney, ¿cuándo vas a sacar tu lado salvaje?
-Lennon, ¿cuándo dirás algo inteligente? Sigo esperando a que llegue el día.
-Pues tendrás que esperar sentado -dijo George guardando su guitarra en la funda-, porque falta mucho para eso.
-Hagamos algo maligno ahora que no está Ringz -propuso Lennon, riendo como malvado.
Paul miró a George. -Este tipo está descerebrado.
-Totalmente.
Ambos volvieron a lo que estaban haciendo, que era guardar su instrumento.
-Como quieran -murmuró Lennon-, iré a una juerga con los Rollingas, ustedes se lo pierden.
-Sex, drugs, and rock and roll -rió Paul mirando cómplice a Harrison, a la vez que éste le respondía haciendo la ‘’V’’ con los dedos.
-Cállense ridículos -Lennon se cruzó de brazos-. ¿Vienen o no?
-Yo creo que sí -George se encogió de hombros y se dejó caer de nuevo en el sofá-. Total, no tengo nada mejor que hacer.
-Ése es mi campeón -John extendió la mano y se la puso delante, como para chocar los cinco. George se la iba a chocar pero en el último momento la apartó. Comenzó a reír. Lennon se encargó de lanzarle una mirada ‘’aterradora’’-. Ya no tanto.
Ahora dirigió su vista a McCa, que se mordía los labios, viendo como sus dos amigos eran posiblemente más infantiles que todas sus fans juntas. Asintió con la cabeza.
-Supongo que puedo ir -dijo al fin.

*

Ésa noche llegaron a la fiesta y fue como un gran destello. Todos se giraron. ‘’Oh dios, son The Beatles’’ era lo que seguramente pasaba por cada una de las cabezas volteadas, menos por la de Jagger, Richards, Wyman y Jones, que lo sabían de antemano. Charlie Watts no se encontraba en la fiesta, algo común para él. Lennon se quejaba de McCartney, pero Watts era mucho peor, y lo sabía.
-Buenas noches -saludó una cabeza rubia, de peinado ‘’seta’’. Brian Jones.
-Qué fiesta más groovy -dijo John, después de estrechar su mano y que Paul y George también lo hicieran.
Se trataba de una casa con un gran jardín, donde se hallaban todos los invitados y, obviamente, la fiesta. Allí había puestas unas mesas con comida para picotear y la música estaba a tope. [Qué maravilla] pensó Harrison, mirando la mesa con comida. Además, al fondo del terreno, había montado un escenario. A John no se le escapó el detalle de que todo apestaba a cannabis, y  eso le gustaba.
De fondo sonaba ‘’Stand by me’’, de B. B. King. John siempre había tenido una especie de amor hacia la canción, y pensaba en dedicársela a alguien especial algún día. Sólo que esa persona parecía no llegar nunca. Suspiró, y cuando alzó la mirada, encontró a sus dos amigos saludando y riendo junto a los Stones. Un suspiro dura más de lo que uno piensa. Se acercó a ellos y chocó sus puños con los de ellos. Algunos rockstars en proceso se acercaron a saludarlos. La fiesta tenía un buen clima.
-Oh chicos, ¿dónde está Ringo? ¿Lo castigaron? -dijo Mick divertido, buscando a Starkey con la mirada-. Echo de menos su nariz.
John estaba a punto de tomar de su cerveza, pero la risa le hizo bajar la lata. -Algo así. Esta tarde tuvo que dar una conferencia de prensa para hablar de sus amígdalas. Repito, sus amígdalas. Una palabra más rara que otorrinolaringo… eso. Ah, ahora que lo pienso, otorrinolaRINGOlogo. Interesante.
Paul rió por lo bajo mientras le pasaba una mano por el pelo a su amigo. -Es así por naturaleza, no lo culpen al pobre chico.
Todos rieron como respuesta, y a continuación tomaron de su bebida.
-Pero si era por la tarde -Richards apareció de repente-, ¿por qué no está aquí? Que yo sepa y si el alcohol no me afectó demasiado, es de noche.
-No volvió… -respondió George pasándose la mano por la barbilla una y otra vez-. Ah, quien sabe que andará haciendo ese granuja en estos momentos.
Bueno, la conversación no era del todo madura. Absolutamente nada madura. The Beatles y The Rolling Stones; las dos más grandes figuras de por aquel entonces. Millones de personas se morían por escuchar sus charlas, y ni pensar que no eran nada más que eso.


Se mantuvieron así unos minutos más, recargados en la pared algunos, otros tirados en el suelo, conformado de pasto húmedo, hasta que echaron unos gritos provenientes del otro lado de la fiesta. Se estaban golpeando.
-Oye Mick -dijo un chico que al parecer vino corriendo del otro lado-, creo que se está armando una pelea. Es tu fiesta -recordó, por si acaso.
Mick puso los ojos en blanco y siguió al chico.
-Suele pasar -Keith se encogió de hombros, tomando de la lata de cerveza de Mick.
-Cuando Mick vuelva, ¿tocamos? -preguntó Bill Wyman, callado hasta el momento.
John se encogió de hombros, mirando a sus dos compañeros. -Sin Ringo no somos nada… Pero igual lo haremos.
Era verdad. Por mucho que infravaloraran al baterista de The Beatles, Ringo Starr, la realidad es que era era una pieza de incalculable valor adentro de la banda. Era una lástima que pocos lo supieran. The Rolling Stones tampoco eran nada sin su Charlie, pero entre todos esos invitados encontraron a un baterista principiante, y como era de esperar, tocar junto a los Rollingas y los Biruls (como los llamaban sus fans, respectivamente) fue para él como escuchar el canto de los dioses.
Instantes más tarde estaban montando su ‘’show’’. George afinaba su guitarra, al igual que John, Brian, Ron, y Keith. Paul conversaba con Mick.
-La verdad que es un tipo interesante. Supongo que en persona lo es más.
-Es cierto -Paul coincidió con él-. Dylan es un jodido genio, pero abstracto… Muy abstracto.
-En otras palabras, drogado.
-Completamente.
Mick rió entre dientes y pegó un salto. -¿Listoooooos?
Los chicos asintieron. Mick solía dar ese tipo de gritos. Y uff, en el escenario era todavía más hiperactivo. Paul rió un poco mostrando sus perfectos dientes, parecidos a los de un conejo. El único que no hizo nada fue el joven baterista temporal, que sólo miraba todo con fascinación.
-De acuerdo -se dirigió al público, unas treinta personas en total, y comenzó a intercambiar palabras con el ellos, algo típico suyo de por aquel entonces.
Finalmente se escuchó un one, two, three, four dicho por Paul y comenzó una excelente versión de I wanna be your man tocada por los nueve.
Y brillaron en el escenario. Era increíble la complicidad con la que se manejaban estas dos bandas, distintas la una de la otra. Y pensar que a veces la gente piensa que están enfrentados… Todo lo contrario.
Fuera como fuera, The Beatles y The Rolling Stones compartían sangre, esa sangre que corre por tus venas cuando amas el rock and roll.

* * *

Dejen su hermoso comentario en la próxima entrada ;)

Lucy.