-¿Lo llevo, no
lo llevo? ¿Lo llevo, no lo llevo? ¿Lo llevo…-?
-¡LLÉVALO Y
CÁLLATE!
Bianca
sostenía un vestido color salmón, en una percha. Dianne había preparado su
maleta el día anterior, y había ido a lo de Bianca sólo para ayudar. Menos
ayudar, estaba haciendo cualquier cosa. Faltaban más de dos semanas para su
viaje, pero nunca se sabía.
-¿Ah, sí?
-preguntó su amiga dejando la percha y caminando hacia ella, prepotente-.
Puedes retirar tu malhumorado trasero de mi casa, si te viene tan mal.
-No me viene
mal, sólo lleva lo que te parezca, si necesitas doblar me dices.
-Cuando te
pregunté si venías a ayudarme, incluía el opinar sobre el vestuario.
-Hmm, ante
ofertas no honestas, no honesta es la respuesta -dijo, y mordió la galleta que
estaba comiendo-. Y gracias por estas riquísimas galletas de canela -añadió,
hablando con la boca llena.
-Qué
maleducada.
Dianne volvió
a la cocina a por más de su manjar, pero el teléfono comenzó a sonar. La chica
gritó un [¿Voy yo?] para Bianca, a lo
que ésta contestó [Más vale].
Descolgó el tubo y lo primero que
escuchó fue un escueto ‘’hola’’.
-¿Hola? -no
había llegado a reconocer la voz.
-¿Dianne, eres tú?
Ya captó a su
receptor. -Oh, sí, soy yo. Hola Vit, ¿por qué estás llamando?
-Me imaginaba que estabas ahí. Ya vives más
en la casa de Bianca que en cualquier otro lugar.
-¿Qué es lo
tan importante que tienes que decirme? -preguntó, no un poco, si no muy
molesta.
-Sólo quería saber dónde estabas -se
limitó a responder quien en esos momentos era su marido.
-¿Creías que
estaba en un prostíbulo o algo así? Por favor, qué histérico eres.
Escuchó como
Vito tomó aire para responder algo muy fuerte, pero en ese momento colgó. El
teléfono volvió a sonar, y atendió solamente para decir [Volveré tarde, no me esperes] y de nuevo colgar.
Se apoyó en la
pared y se dejó caer.
-Ya te puedes
ir -avisó Bianca, asomándose por el marco de la puerta del pasillo que daba a
las habitaciones-. Terminé con todo.
No se iba a
quedar más incordiando en la casa de su amiga, porque quizás tenía cosas que
hacer. Tenía una vida. Algo que Dianne iba perdiendo de a poco. Desde que había
dejado de verse con su madre, hacía un pasó para adelante, y dos para atrás.
-Está bien
-respondió en un suspiro.
Finalmente
estuvo ahí por media hora aproximadamente, todo el tiempo que tardó en
terminarse las galletas y beberse ese submarino, ambos hechos por Bianca. A
veces, le agradaba cocinar, pero no por obligación, porque si era así, no hacía
ni un huevo frito. Tal vez por eso nunca se casó, para no cocinarle a su esposo,
ni tuvo hijos, para no tener que alimentarlos. Por suerte Dianne no contaba con
estos últimos.
-La próxima
invitamos a Gina y al resto -dijo Bianca a modo de saludo, despidiéndola en la
puerta.
Tenía ganas de
contestarle algo pero nada salió de su boca. Simplemente esbozó una sonrisa,
dio media vuelta, y se largó de allí.
Durante el
camino de vuelta paró en algunos escaparates, mirando la ropa bonita que le
agradaba. Las manos en los bolsillos y el chicle en la boca nunca faltaban. Ésa
era Dianne Valenti.
Llegó al
bloque de edificios donde vivía y subió a su apartamento. Una sorpresa no muy
grata le esperaba.
-Engendro hijo
de puta mal parido.
Vito tenía una
mujer encima, pero no cualquier mujer, sino… una… una de esas no-mujeres que se
venden, para no herir a nadie con la palabra.
Dianne ya se
lo veía venir desde hacía tiempo, pero aun así, uno siempre espera que eso que
piensa que va a pasar no pase. Finalmente pasó. La chica no reaccionó de otra
forma que acercándose a él y revolearle una cachetada, seguida de un golpe con
el bolso. Ambos golpes no fueron suaves, si Dianne se ponía agresiva, se ponía
agresiva.
-Ahora sí que
voy a pasar tiempo en la casa de Bianca. Puto imbécil. Voy a manchar tu nombre.
¿Adulterio, sabes? ¡Voy a manchar tu puto nombre!
Dicho esto dio
un despampanante portazo, el más fuerte que había dado en su vida. Ni siquiera
sabía de donde había sacado tanta fuerza para provocar tal ruido. No esperó el
ascensor; bajó tan furiosa y rápido que más de una vez casi se estampa contra
la pared por la falta de luz. Y es que era un piso 9.
Qué asco que
le daba ese hombre. Lo único que provocaba en ella eran ganas de tirarle cosas
a la cara. [Desgraciado desgraciado
desgraciado].
Cuando bajó
encontró a su vecino Claudio, bajando de su auto. Era un hombre bien moreno,
lleno de músculos y grandote como un guardia de seguridad. Pero era un pan de
Dios en cuanto a personalidad.
-¡Hola Clau!
-saludó energéticamente Dianne ocultando sus ganas de llorar y patear cosas.
El hombre
volteó en seguida al reconocer su voz. -Buenas noches Dianne.
-Todo menos
buenas -respondió con una sonrisa amarga.
Divisó el auto
de Vito aparcado en la acera de en frente, un Ferrari negro y precioso, que él
llamaba Fer y una serie de pensamientos pasaron por su cabeza. Lo que la ira
puede hacer.
Una sonrisa
llena de maldad se formó en su rostro, mientras decía: -Clau, ¿me harías un
favor?
-Claro que sí
-respondió sonriente Claudio, siempre feliz de poder ayudar a alguien, y más a
Dianne.
-¿Ves ese
auto? -señaló el preciado vehículo de Vito. Claudio asintió-. Golpéalo.
Maltratalo. Rómpelo en mil pedazos. Haz que sólo quede un acordeón deforme.
-No veo por
qué hacerle es…
-El dueño de
ese auto me está haciendo la puta vida miserable -interrumpió, con la seriedad
pintada en su cara y una mirada completamente sincera.
Claudio apreciaba
a Dianne, se conocían desde que se había mudado ahí con Vito. Fuera quien fuera
el dueño del coche, era un completo imbécil.
-De acuerdo
-dijo finalmente, abrió la puerta de su auto, sacó una pala, la cerró, y cruzó
la calle.
Dianne se
quedó del otro lado de la acera, quedando espectadora de ese placentero
espectáculo. Oh sí, todo en la vida tiene sus consecuencias, todo.
*
-Lo siento,
siento haber caído tan de repente y sin avisar.
Dianne poseía
los ojos más englobados que Damián había visto nunca. Pensó que quizás alguien
le robó, que la amenazaron en la calle, hasta que se le habían acabado los
chicles. Nada más lejos de la realidad.
-¿Qué te
ocurrió? -fue lo que atinó a preguntar, para librarse de las dudas. Mientras
tanto la hizo pasar y miró hacia afuera por si es que alguien la seguía. Nada a
la vista.
-Bien, yo… Yo…
-comenzó a decir, pero no siguió porque un horrible nudo se le formó en la
garganta. Unas lágrimas involuntarias brotaron en sus ojos.
-Oye...
tranquila -Damián la tomó por los hombros y la sentó en una silla-. Si no
puedes no cuentes, pero ¿tengo que llamar a la policía?
Sonrió
amargamente. -En absoluto.
Damián respiró
profundo y se sentó junto a ella. -Inspira, expira -Dianne lo obedeció-. Dime
qué es lo que pasó, así puedo hacer algo.
Se lo veía muy
serio, algo no habitual. Señal de que Dianne no se veía bien.
-Sólo… me
peleé con Vito. Una pelea no muy normal.
Damián dio un
profundo suspiro, era menos de lo que se imaginaba. Vio como Dianne se movía
bruscamente lo cual significaba que tenía hipo. Se levantó a buscar agua para
darle a su amiga, sin decir palabra.
-¿Qué te hizo?
-preguntó cuando volvió, y se volvió a sentar junto a ella. Le colocó el vaso
en frente y lo llenó de agua. Dianne lo miró como con repulsión.
-No quiero
agua -dijo, alejando el vaso de ella.
Damián bufó,
pero su paciencia aún existía. -¿Qué te hizo?
-Oh, nada,
cosas matrimoniales.
Entonces
Damián se dio cuenta de que no se lo iba a poder sacar, por lo menos esa noche.
Ella le lanzó una mirada con significado.
-Gracias -hizo
una pausa debido a su hipo, y Damián esperó a que siguiera-. Gracias por ser
buen amigo y toda la cuestión. Supongo que… debería irme.
-Dianne, son
las 12 de la noche, estás peleada con tu marido, ¿a dónde piensas ir?
No lo había
pensado. -Oh… -se echó para atrás en el asiento, y volvió a dar un saltito por
su hipo.
-Duerme aquí,
tienes la habitación -sentenció-. Y come
algo. Tengo sobras de hace días, cuando Melanie cocina.
Melanie era
una señora entrada en años, pero que realizaba su trabajo a la perfección. Sí,
era la ‘’ayudante’’ de casa, por así decirlo, de Damián.
-No creo…
-Sí crees.
Dianne le
sostuvo la mirada. Caían chispas y tensión, eso era lo que pasaba cuando se
llevaban la contra.
-Está bien,
está bien -después de unos minutos, Dianne cedió-. Veamos qué comida enlatada y
musgosa tienes ahí guardada.
Se levantó con
dificultad y se dirigió a la nevera, a abrirla, como si estuviera en su casa.
-¿Y hablaste
con Bianca?
Dianne se quedó
pensativa durante unos instantes.
-La llamé
-dijo finalmente-. Pero no atendió, así que supuse que no estaba en casa. ¿Por?
-¿Tienes una
idea de en qué anda?
Largó la
primera carcajada desde los horribles sucesos ocurridos. -Damián, deja de
controlarle la vida a la gente, ¿quieres?
-Dime, ¿en la
casa de quién estás?
Volvió a reír,
ya se sentía mejor. -La verdad que no
tengo idea. Pregúntale directamente a ella
si tienes tanta curiosidad.
Sonó un teléfono,
pero Damián no se inmutó.
-El teléfono
-Dianne actuó de ingenua en ese momento, pero tenía curiosidad por saber quién
era.
Damián respiró
hondo y tomó el tubo del teléfono. -¿Diga? -preguntó.
-¿Está ahí? -gritó la inconfundible voz
de Vito.
-¿Quién?
-respondió Damián como si no supiera del tema.
-¿E-S-T-Á A-H-Í?
-No sé quién
es y no sé de qué habla.
Dianne miró a
Damián con un interrogante en el rostro. Su amigo le hizo señas de que se
callara, incluso se pasó el dedo índice por la garganta, como una amenaza. La
chica se cruzó de brazos mientras escuchaba las palabras sueltas de Damián.
-Hmmm, creo
que se está equivocando, aquí no hay nadie, soy un hombre soltero.
-No te hagas el gracioso, Damián. Sabes
quién soy y sabes de qué hablo. Lo pregunto por última vez, ¿está ahí Dianne?
-¿Qué? No,
hace días que no la veo. Cuando la veas dile que el otro día se dejó la funda
de los anteojos en mi casa.
Colgaron del
otro lado.
-Qué gente
maleducada, ni siquiera se despidió.
-¿Quién era?
-quiso saber Dianne.
-¿Recuerdas la
modelo de la que te hablé? Era su secretaria. Me preguntó si la había visto
últimamente.
-Ah… -fue lo
único que salió de la boca de Dianne.
Damián se secó
el sudor que había aparecido en su frente. A juzgar por el tono de voz de Vito,
las cosas no estaban de lo mejor.
-Dianne, ¿qué
hiciste?
*
1 de
diciembre de 1964.
-¿Vas a ir a
la rueda de prensa?
-No me queda
otra.
Lennon estalló
en una enorme carcajada. Ringo debía dar una rueda de prensa para hablar de sus
amígdalas, básicamente. Vaya que los Beatles habían hecho cosas extrañas, pero
eso se salía completamente del margen.
-Que te vaya
bien, cielito -dijo risueño. Ringo sólo le mostró su dedo de en medio antes de
abandonar la estancia dando un portazo.
-Esta
juventud, ¿a dónde vamos a llegar con esta juventud? ¿Eh, mamarrachos?
Paul y George,
también presentes, soltaron una carcajada. Lennon siempre tan… Lennon. Era
único.
-Bueno, creo
que ya fue suficiente por hoy -anunció Paul, levantándose del sofá con su bajo
en la mano.
-Qué aburrido
-dijo John, haciendo que bostezaba-. McCartney, ¿cuándo vas a sacar tu lado
salvaje?
-Lennon,
¿cuándo dirás algo inteligente? Sigo esperando a que llegue el día.
-Pues tendrás
que esperar sentado -dijo George guardando su guitarra en la funda-, porque
falta mucho para eso.
-Hagamos algo
maligno ahora que no está Ringz -propuso Lennon, riendo como malvado.
Paul miró a
George. -Este tipo está descerebrado.
-Totalmente.
Ambos
volvieron a lo que estaban haciendo, que era guardar su instrumento.
-Como quieran
-murmuró Lennon-, iré a una juerga con los Rollingas, ustedes se lo pierden.
-Sex, drugs,
and rock and roll -rió Paul mirando cómplice a Harrison, a la vez que éste le
respondía haciendo la ‘’V’’ con los dedos.
-Cállense
ridículos -Lennon se cruzó de brazos-. ¿Vienen o no?
-Yo creo que
sí -George se encogió de hombros y se dejó caer de nuevo en el sofá-. Total, no
tengo nada mejor que hacer.
-Ése es mi
campeón -John extendió la mano y se la puso delante, como para chocar los
cinco. George se la iba a chocar pero en el último momento la apartó. Comenzó a
reír. Lennon se encargó de lanzarle una mirada ‘’aterradora’’-. Ya no tanto.
Ahora dirigió
su vista a McCa, que se mordía los labios, viendo como sus dos amigos eran
posiblemente más infantiles que todas sus fans juntas. Asintió con la cabeza.
-Supongo que
puedo ir -dijo al fin.
*
Ésa noche
llegaron a la fiesta y fue como un gran destello. Todos se giraron. ‘’Oh dios,
son The Beatles’’ era lo que seguramente pasaba por cada una de las cabezas
volteadas, menos por la de Jagger, Richards, Wyman y Jones, que lo sabían de
antemano. Charlie Watts no se encontraba en la fiesta, algo común para él.
Lennon se quejaba de McCartney, pero Watts era mucho peor, y lo sabía.
-Buenas noches
-saludó una cabeza rubia, de peinado ‘’seta’’. Brian Jones.
-Qué fiesta
más groovy -dijo John, después de estrechar su mano y que Paul y George también
lo hicieran.
Se trataba de
una casa con un gran jardín, donde se hallaban todos los invitados y,
obviamente, la fiesta. Allí había puestas unas mesas con comida para picotear y
la música estaba a tope. [Qué maravilla]
pensó Harrison, mirando la mesa con comida. Además, al fondo del terreno, había
montado un escenario. A John no se le escapó el detalle de que todo apestaba a
cannabis, y eso le gustaba.
De fondo
sonaba ‘’Stand by me’’, de B. B. King. John siempre había tenido una especie de
amor hacia la canción, y pensaba en dedicársela a alguien especial algún día.
Sólo que esa persona parecía no llegar nunca. Suspiró, y cuando alzó la mirada,
encontró a sus dos amigos saludando y riendo junto a los Stones. Un suspiro
dura más de lo que uno piensa. Se acercó a ellos y chocó sus puños con los de
ellos. Algunos rockstars en proceso se acercaron a saludarlos. La fiesta tenía
un buen clima.
-Oh chicos,
¿dónde está Ringo? ¿Lo castigaron? -dijo Mick divertido, buscando a Starkey con
la mirada-. Echo de menos su nariz.
John estaba a
punto de tomar de su cerveza, pero la risa le hizo bajar la lata. -Algo así.
Esta tarde tuvo que dar una conferencia de prensa para hablar de sus amígdalas.
Repito, sus amígdalas. Una palabra más rara que otorrinolaringo… eso. Ah, ahora
que lo pienso, otorrinolaRINGOlogo. Interesante.
Paul rió por
lo bajo mientras le pasaba una mano por el pelo a su amigo. -Es así por
naturaleza, no lo culpen al pobre chico.
Todos rieron
como respuesta, y a continuación tomaron de su bebida.
-Pero si era
por la tarde -Richards apareció de repente-, ¿por qué no está aquí? Que yo sepa
y si el alcohol no me afectó demasiado, es de noche.
-No volvió…
-respondió George pasándose la mano por la barbilla una y otra vez-. Ah, quien
sabe que andará haciendo ese granuja en estos momentos.
Bueno, la
conversación no era del todo madura. Absolutamente nada madura. The Beatles y
The Rolling Stones; las dos más grandes figuras de por aquel entonces. Millones
de personas se morían por escuchar sus charlas, y ni pensar que no eran nada
más que eso.
Se mantuvieron
así unos minutos más, recargados en la pared algunos, otros tirados en el
suelo, conformado de pasto húmedo, hasta que echaron unos gritos provenientes
del otro lado de la fiesta. Se estaban golpeando.
-Oye Mick
-dijo un chico que al parecer vino corriendo del otro lado-, creo que se está
armando una pelea. Es tu fiesta -recordó, por si acaso.
Mick puso los
ojos en blanco y siguió al chico.
-Suele pasar
-Keith se encogió de hombros, tomando de la lata de cerveza de Mick.
-Cuando Mick
vuelva, ¿tocamos? -preguntó Bill Wyman, callado hasta el momento.
John se
encogió de hombros, mirando a sus dos compañeros. -Sin Ringo no somos nada… Pero
igual lo haremos.
Era verdad.
Por mucho que infravaloraran al baterista de The Beatles, Ringo Starr, la
realidad es que era era una pieza de incalculable valor adentro de la banda.
Era una lástima que pocos lo supieran. The Rolling Stones tampoco eran nada sin
su Charlie, pero entre todos esos invitados encontraron a un baterista
principiante, y como era de esperar, tocar junto a los Rollingas y los Biruls
(como los llamaban sus fans, respectivamente) fue para él como escuchar el
canto de los dioses.
Instantes más
tarde estaban montando su ‘’show’’. George afinaba su guitarra, al igual que John,
Brian, Ron, y Keith. Paul conversaba con Mick.
-La verdad que
es un tipo interesante. Supongo que en persona lo es más.
-Es cierto
-Paul coincidió con él-. Dylan es un jodido genio, pero abstracto… Muy
abstracto.
-En otras
palabras, drogado.
-Completamente.
Mick rió entre
dientes y pegó un salto. -¿Listoooooos?
Los chicos
asintieron. Mick solía dar ese tipo de gritos. Y uff, en el escenario era
todavía más hiperactivo. Paul rió un poco mostrando sus perfectos dientes,
parecidos a los de un conejo. El único que no hizo nada fue el joven baterista
temporal, que sólo miraba todo con fascinación.
-De acuerdo
-se dirigió al público, unas treinta personas en total, y comenzó a intercambiar
palabras con el ellos, algo típico suyo de por aquel entonces.
Finalmente se
escuchó un one, two, three, four
dicho por Paul y comenzó una excelente versión de I wanna be your man tocada
por los nueve.
Y brillaron en
el escenario. Era increíble la complicidad con la que se manejaban estas dos
bandas, distintas la una de la otra. Y pensar que a veces la gente piensa que
están enfrentados… Todo lo contrario.
Fuera como
fuera, The Beatles y The Rolling Stones compartían sangre, esa sangre que corre
por tus venas cuando amas el rock and roll.
* * *
Dejen su hermoso comentario en la próxima entrada ;)
Lucy.
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